¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión?
Este fragmento de Après moi, le déluge, expone un diálogo con un posicionamiento interesante: un convencimiento de parte de uno de los personajes (intérprete) para que un hombre de negocios pueda llevarse a su hijo fuera de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.
La relación entre ideologías y subjetividad, así como sujeción y subversión es evidente, pero antes de hacer un comentario, considero que es preciso contextualizar algunos datos generales que, a falta de conocer la totalidad del texto teatral, solo son presupuestos:
- Los personajes no llevan un nombre en específico. Son en cierto sentido, abstracciones que remiten a algún estereotipo social fácilmente identificable: el hombre, al intentar ser convencido de que ofrezca trabajo al hijo del intérprete, se nos revela como alguien acaudalado, un representante de una clase dominante indeterminada, mientras que el intérprete, en sus constantes intentos por convencerlo, es fácilmente identificable con una clase subyugada, y con la constante necesidad de que su descendencia pueda salir de la pobreza en la que se encuentra, sea económica o social.
- La ubicación geográfica también es importante, ya que se en algunos momentos se hace mención de Sudáfrica y sus alrededores, un territorio caracterizado por problemas políticos, raciales, sociales y económicos.
Con estas dos premisas, queda claro que este fragmento, de forma autónoma, muestra una tensión explícita entre la preservación del aparato ideológico, así como también la sujeción y subversión. Menciono ambas cosas porque queda en evidencia a través del diálogo la construcción ideológica de un sujeto capacitado para cualquier tipo de actividad que devenga una aprobación del sistema social, caracterizado en la figura del hijo, y al mismo tiempo, hay una literalidad en la “muerte del sujeto”, en la subversión directa del sistema ideológico.
Para argumentar mi afirmación, expongo una de las principales características que permite el teatro y la dramaturgia: traer las ideas implícitas por medio de los diálogos de sus personajes. Y es que el desarrollo de este pequeño fragmento de la obra es la constitución de un sujeto ideológico perfecto, que cumple su función en relación a las necesidades de la lógica dominante: ha cumplido con la lógica del estado nacionalista al defender su territorio en batalla; ha cumplido con la lógica económica, al estar capacitado en cualquier área posible, y ha cumplido con la lógica dominante, al poder ser representado como un sujeto capaz de resolver cualquier situación.
En pocas palabras, el hijo es una representación cuasi utópica del sujeto alienado perfecto, de aquel engranaje ideológico de un sistema dominante. Bajo esta mirada, los apuntes de Althusser dejan en evidencia que este tipo de sujetos se construyen en base a las necesidades políticas y económicas de una sociedad, por lo que no tienen esa premisa llamada “individualidad”, sino que están construidos desde su nacimiento bajo estos parámetros estructurados por el aparato ideológico.
Sin embargo, y en un giro de acontecimientos, el hijo es irreal, una abstracción completa: falleció a los dos años por malaria, y nunca realizó ninguna de las acciones que su madre mencionó. Esta revelación es muy pertinente porque deja en evidencia un asunto importante al respecto de la muerte del sujeto: el sujeto ideológico es utópico en tanto no es posible que exista. La frase “Si mi hijo aun estuviera vivo habría vivido todo lo que le he contado” representa esta afirmación: una idea, un constructo de un individuo que nunca existió, representa aquella necesidad ideológica de un sujeto perfecto y preciso que responde a una lógica dominante en una sociedad, pero que a su vez es inalcanzable.
En este sentido, el orden de acontecimientos del fragmento evidencia un proceso de dos lógicas muy diferenciadas: una de necesidad, donde el personaje de la intérprete está constantemente construyendo un sujeto ideológico apto para el sujeto económicamente dominante, y otra de dominación, caracterizada por el hombre desinteresado y que termina toda argumentación bajo la lógica del capital económico.
Sin embargo, cuando en estos acontecimientos se reconoce la inexistencia del hijo, el sujeto dominante presencia el juego de la intérprete: “quería que alguien más que yo echara de menos a mi hijo. Y usted le echará de menos porque me ha dicho que le necesitaba”. Bajo esta mirada, la muerte del sujeto, es la derrota del aparato ideológico, la subversión del sujeto hacia lo ideológico.
Bibliografía
Cunillé, Lluïsa. Après moi, le déluge (Después de mí, el diluvio). Fragmento.
Althusser, L. (2010). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Clásicos Philosophia.
Spivak, G. Ch. (2003). ‘¿Puede hablar el subalterno?’, Revista Colombiana de Antropología, 39, p 297-364.
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