La obra teatral de Lluïsa Cunillé, Après moi, le déluge nos presentan varios temas importantes sobre la cultura y subjetividad, especialmente las figuras de los individuos sujetos a las estructuras de dominación y la ideología. Más abajo se analizará esta obra teatral desde conceptos utilizados en la teoría de Spivak como el discurso imperialista y las figuras subalternas, el tema del género.
Lo que se puede observar en esta obra es la teoría marxista sobre las clases. La subordinación imperialista queda marcada explícitamente entre en las relaciones de los personajes. El Hombre, quien se dedica al comercio de recursos naturales en Congo, se describe como símbolo de la clase dominante. Es un hombre de negocio, supuestamente, de una empresa multinacional y explota coltán en ese local. Frente a ello, la Intérprete, quién parece una mujer africana (desde la descripción del color de la piel y su creencia en los brujos), y el Padre, que quiere enviar a su hijo a Europa, pueden ser símbolo de la clase dominada. A lo largo de la obra, en numerosas escenas de las palabras o actitudes del Hombre, se pueden notar la idea del capitalismo o el materialismo económico, además, con una mirada primermundista y todos estos se pueden interpretar como la emancipación de la ideología a la que pertenece el Hombre. Además, el hecho de que el Hijo murió a los tres años debido a las malas cosechas y de que ese país sigue con una inestabilidad política y social no pueden separarse completamente de los efectos de la subordinación imperialista, todo lo cual parece reflejarse en la subjetividad de los personajes.
La obra se compone de tres personajes (El hijo no existe), pero se puede tenar la impresión de que las relaciones entre ellos son distintas y cada relación se describe como algo de relativismo. En primer lugar, la descripción del Padre y la Intérprete se pueden interpretar como sujetos subalternos, conceptos propuestos en la teoría de Spivak. Los subalternos constituyen, en el contexto poscolonial, la figura de Otro irrepresentable que no puede hablar por sí mismo ni formar parte del discurso (Neus Carbonell). El hecho de no tener su propio discurso puede considerarse como una forma de la violencia epistémica y, también, la herencia del imperialismo territorial del siglo 19, así como el imperialismo y la división internacional del trabajo (Spivak, 2003). En relación con ello, lo que hace única a esta obra teatral es que está interpretada solo por dos personajes y el Padre no aparece como actor ni se puede escuchar su propia voz: la mujer de la Intérprete hace de voz del Padre. El Padre pudo comprender lo que dice el Hombre, pero necesita la ayuda de la intérprete para transmitir al Hombre lo que quiere decir. El hecho de que su voz no se escuche de modo directo puede suponer implícitamente la naturaleza subalterna. Este punto se ve aún más enfatizado por el hecho de que la escena en la que el Padre aparece y desaparece no está señalada explícitamente.
Ahora bien, en cuanto al tema del género, Spivak argumenta que la cuestión de la mujer parece más problemática y analiza concretamente el caso de la viuda india. Y en el texto teatral hay una escena en la que la Intérprete es tratada con desprecio por el Padre debido a ser mujer. El Padre dice que «hablar por boca de una mujer no le parece muy honroso» (Cunillé, 2003). Lo que se evidencia es que, aunque ambos son los subalternos en el contexto postcolonial, a nivel local se conserva una tradición de dominación masculina, y la Intérprete debería llevar una doble carga. No obstante, curiosamente la actitud del Hombre hacia ella es distinta. En las primeras y últimas escenas de esta obra, el hombre intenta coquetearla, invitándola a cenar o tomar algo. Además, su carrera profesional y capacidad de trabajar como intérprete (aunque parezca que manejar más de 15 idiomas es irreal) y el hecho de vivir en un hotel durante un largo período nos dan la impresión de que no es una mujer cualquiera en ese local. Aun así, la relación entre el Hombre y la Intérprete nos recuerda a la relación de subordinación imperialista contemporánea entre un hombre dominante y una mujer dominada. Ella habla mucho como interprete en lugar del Padre, lo cual no representa su propio discurso. Más bien, ella no quiere hablar mucho ante el Hombre. En ese sentido, lo que se describe es una mujer «sin voz».
Para concluir, en este trabajo, se han puestos énfasis en el discurso marxista de clases y los sujetos subalternos, principalmente en base a la argumentación de Spivak. En la obra de Cunillé, se pueden observar las formas del dominio hegemónico entre diferentes personajes, basado tanto en las relaciones económicas como en la tradición machista, y también la dificultad de tener propio discurso para los subalternos. También podemos confirmar cómo estos temas se expresan en la producción artística.
Referencia bibliográfica
Althusser, Louis. (1974). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. (Traducción de A. J. Pla) Buenos Aires: Letra e.
Carbonell i Camós, Neus. Cultura y subjetividad. Barcelona: UOC.
Spivak, Gayatri Chakravorty (2003). ¿Puede hablar el subalterno?, Revista Colombiana de Antropología, 39, p 297-364.
Debatecontribution 0en Análisis de Après moi, le déluge desde las perspectivas de Spivak
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