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Après moi, le déluge – Ideología, subjetividad, sujeción y subversión.

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Après moi, le déluge – Ideología, subjetividad, sujeción y subversión.

En Après moi, le déluge (2008), Lluïsa Cunillé desarrolla, a través de los diálogos entre los protagonistas, la íntima relación entre ideología y subjetividad, así como la tensión entre sujeción y subversión mediante una trama desarrollada en un contexto marcado por las diferencias culturales. La obra refleja una conversación que se desarrolla toda ella en Kinshasa, ciudad africana. Las dos únicas voces –no personajes– que se presentan en el texto son indiscutiblemente opuestas en sus perspectivas y valores. Por un…
En Après moi, le déluge (2008), Lluïsa Cunillé desarrolla, a través de los diálogos entre los protagonistas, la íntima…

En Après moi, le déluge (2008), Lluïsa Cunillé desarrolla, a través de los diálogos entre los protagonistas, la íntima relación entre ideología y subjetividad, así como la tensión entre sujeción y subversión mediante una trama desarrollada en un contexto marcado por las diferencias culturales. La obra refleja una conversación que se desarrolla toda ella en Kinshasa, ciudad africana.

Las dos únicas voces –no personajes– que se presentan en el texto son indiscutiblemente opuestas en sus perspectivas y valores. Por un lado, tenemos al hombre de negocios blanco, cuyos valores están arraigados en el individualismo y en la búsqueda del beneficio a cualquier precio. Además, su subjetividad refleja una mentalidad capitalista que defiende la explotación de recursos naturales y la opresión de los menos privilegiados en a favor de su éxito personal. El propio hombre dice de sí mismo: “Pero ahora está hablando con un hombre de negocios, con un hijo de puta de negocios blanco y tiene que ofrecerle algo que de verdad le interese, algo que de verdad necesite” (Cunillé: 237). Esto manifiesta la sujeción a una ideología dominante que perpetúa constantemente las desigualdades y la injusticia. Esta dominación se hará también patente en la interacción del hombre con el segundo personaje, la intérprete.

La intérprete es una mujer europea afincada en Kinsasa, pero que vive de espaldas a su entorno. En este caso aparece desempeñando su trabajo, pues es intermediaria entre el hombre y el padre de un joven congoleño. El discurso de la intermediaria refleja por lo tanto la subjetividad del pensamiento del padre, que representa lo opuesto a la visión del hombre de negocios. Su ética se basa en la búsqueda de la justicia social. La figura de la intermediaria (pues el padre no aparece en escena) funciona como mediadora no solo en la conversación, sino también en acciones y opiniones, pues expresa la explotación existente en el Congo como reflejo de los intereses del Estado. Es la voz del padre que lucha por salvar a su hijo de un trágico destino, la voz de una persona marcada por la experiencia de la colonización y la opresión.

La tensión en la conversación refleja una lucha permanente entre aquellos que acatan y perpetúan las normas en busca del gran beneficio de grandes negocios de empresas extranjeras y aquellos que defienden la libertad y están en contra de los abusos de poder. La narrativa del hombre es un reflejo de las narrativas occidentales dominantes que perpetúan la hegemonía occidental ignorando los discursos subalternos. Postura defendida por Said, quien afirma que las representaciones del Oriente (representaciones del “Otro”) están creadas como herramienta de poder y dominación para justificar la superioridad europea.

Los diálogos exponen estas contradicciones y las diferencias culturales que alimentan esta tensión y reflejan cómo las condiciones ideológicas bajo las que viva una persona determinan su identidad. Estas condiciones son las que determinan también la “preasignación ideológica” que Althusser propone: la ideología está predeterminada en la misma estructura de la sociedad. (Althusser: 60) Así, se enfrentan en debates sobre la ética, el miedo a la muerte y la percepción de la realidad bajo perspectivas muy distintas que sitúan constantemente al hombre en una posición superior al padre. Ambos personajes encarnan las figuras del explotador y el explotado, del colonizador y el colonizado.

Por otro lado, la trama refleja cómo estas relaciones de sujeción y subversión se entrelazan con el poder y el control. El hombre de negocios representa la hegemonía occidental, la explotación de recursos naturales y la pasividad ante la pobreza. Este se dedica al negocio de coltán, mineral extraído por niños explotados, mientras el padre solo busca defender la humanidad, solo pretende, como asegura al final, “que alguien más que yo echara de menos a mi hijo” (Cunillé: 242). Su hijo nunca podrá trabajar para el hombre de negocios, pues murió de hambre en la infancia.

Cunillé invita al espectador (o lector) a reflexionar sobre su posición dentro de la tensión entre poder y dominación, a pensar sobre la responsabilidad ética que tiene Occidente en la construcción de un mundo libre, justo y, en definitiva, más humano.

Marina Aramburu Valle

 

Althusser, L. (1974). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. (A. J. Pla, Trad.) Buenos Aires: Letra e.

Cunillé, L. (2008). Après moi, le déluge (Después de mí, el diluvio). Fragmento. 222-247.

Said, E. (1978). Orientalismo: Identidad, negación y violencia (M. L. Fuentes, Trad.). Barcelona: Random House. (2002).

 

 

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