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Análisis de Après moi, le déluge desde las perspectivas de Spivak

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Análisis de Après moi, le déluge desde las perspectivas de Spivak

La obra teatral de Lluïsa Cunillé, Après moi, le déluge nos presentan varios temas importantes sobre la cultura y subjetividad, especialmente las figuras de los individuos sujetos a las estructuras de dominación y la ideología. Más abajo se analizará esta obra teatral desde conceptos utilizados en la teoría de Spivak como el discurso imperialista y las figuras subalternas, el tema del género. Lo que se puede observar en esta obra es la teoría marxista sobre las clases. La subordinación imperialista…
La obra teatral de Lluïsa Cunillé, Après moi, le déluge nos presentan varios temas importantes sobre la cultura y…

La obra teatral de Lluïsa Cunillé, Après moi, le déluge nos presentan varios temas importantes sobre la cultura y subjetividad, especialmente las figuras de los individuos sujetos a las estructuras de dominación y la ideología. Más abajo se analizará esta obra teatral desde conceptos utilizados en la teoría de Spivak como el discurso imperialista y las figuras subalternas, el tema del género.

Lo que se puede observar en esta obra es la teoría marxista sobre las clases. La subordinación imperialista queda marcada explícitamente entre en las relaciones de los personajes. El Hombre, quien se dedica al comercio de recursos naturales en Congo, se describe como símbolo de la clase dominante. Es un hombre de negocio, supuestamente, de una empresa multinacional y explota coltán en ese local. Frente a ello, la Intérprete, quién parece una mujer africana (desde la descripción del color de la piel y su creencia en los brujos), y el Padre, que quiere enviar a su hijo a Europa, pueden ser símbolo de la clase dominada. A lo largo de la obra, en numerosas escenas de las palabras o actitudes del Hombre, se pueden notar la idea del capitalismo o el materialismo económico, además, con una mirada primermundista y todos estos se pueden interpretar como la emancipación de la ideología a la que pertenece el Hombre. Además, el hecho de que el Hijo murió a los tres años debido a las malas cosechas y de que ese país sigue con una inestabilidad política y social no pueden separarse completamente de los efectos de la subordinación imperialista, todo lo cual parece reflejarse en la subjetividad de los personajes.

La obra se compone de tres personajes (El hijo no existe), pero se puede tenar la impresión de que las relaciones entre ellos son distintas y cada relación se describe como algo de relativismo. En primer lugar, la descripción del Padre y la Intérprete se pueden interpretar como sujetos subalternos, conceptos propuestos en la teoría de Spivak. Los subalternos constituyen, en el contexto poscolonial, la figura de Otro irrepresentable que no puede hablar por sí mismo ni formar parte del discurso (Neus Carbonell). El hecho de no tener su propio discurso puede considerarse como una forma de la violencia epistémica y, también, la herencia del imperialismo territorial del siglo 19, así como el imperialismo y la división internacional del trabajo (Spivak, 2003). En relación con ello, lo que hace única a esta obra teatral es que está interpretada solo por dos personajes y el Padre no aparece como actor ni se puede escuchar su propia voz: la mujer de la Intérprete hace de voz del Padre. El Padre pudo comprender lo que dice el Hombre, pero necesita la ayuda de la intérprete para transmitir al Hombre lo que quiere decir. El hecho de que su voz no se escuche de modo directo puede suponer implícitamente la naturaleza subalterna. Este punto se ve aún más enfatizado por el hecho de que la escena en la que el Padre aparece y desaparece no está señalada explícitamente.

Ahora bien, en cuanto al tema del género, Spivak argumenta que la cuestión de la mujer parece más problemática y analiza concretamente el caso de la viuda india. Y en el texto teatral hay una escena en la que la Intérprete es tratada con desprecio por el Padre debido a ser mujer. El Padre dice que «hablar por boca de una mujer no le parece muy honroso» (Cunillé, 2003). Lo que se evidencia es que, aunque ambos son los subalternos en el contexto postcolonial, a nivel local se conserva una tradición de dominación masculina, y la Intérprete debería llevar una doble carga. No obstante, curiosamente la actitud del Hombre hacia ella es distinta. En las primeras y últimas escenas de esta obra, el hombre intenta coquetearla, invitándola a cenar o tomar algo. Además, su carrera profesional y capacidad de trabajar como intérprete (aunque parezca que manejar más de 15 idiomas es irreal) y el hecho de vivir en un hotel durante un largo período nos dan la impresión de que no es una mujer cualquiera en ese local. Aun así, la relación entre el Hombre y la Intérprete nos recuerda a la relación de subordinación imperialista contemporánea entre un hombre dominante y una mujer dominada. Ella habla mucho como interprete en lugar del Padre, lo cual no representa su propio discurso. Más bien, ella no quiere hablar mucho ante el Hombre. En ese sentido, lo que se describe es una mujer «sin voz».

Para concluir, en este trabajo, se han puestos énfasis en el discurso marxista de clases y los sujetos subalternos, principalmente en base a la argumentación de Spivak. En la obra de Cunillé, se pueden observar las formas del dominio hegemónico entre diferentes personajes, basado tanto en las relaciones económicas como en la tradición machista, y también la dificultad de tener propio discurso para los subalternos. También podemos confirmar cómo estos temas se expresan en la producción artística.

 

Referencia bibliográfica

Althusser, Louis. (1974). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. (Traducción de A. J. Pla) Buenos Aires: Letra e.

Carbonell i Camós, Neus. Cultura y subjetividad. Barcelona: UOC.

Spivak, Gayatri Chakravorty (2003). ¿Puede hablar el subalterno?, Revista Colombiana de Antropología, 39, p 297-364.

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Una aproximación crítica a “Après moi, le déluge” de Lluïsa Cunillé

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Una aproximación crítica a “Après moi, le déluge” de Lluïsa Cunillé

”Après moi, le déluge” (2008) es una pieza teatral que se articula en torno a la relación entre ideología­ y subjetividad, así­ como la tensión entre sujeción y subversión, representada por medio de un hombre y una intérprete que visitan el Congo por negocios y su interacción con un hombre congoleño que le pide al hombre que se lleve a su hijo de vuelta a Europa con él. El título de la obra de Lluïsa Cunillé nos da una clave…
”Après moi, le déluge” (2008) es una pieza teatral que se articula en torno a la relación entre ideología­…

”Après moi, le déluge” (2008) es una pieza teatral que se articula en torno a la relación entre ideología­ y subjetividad, así­ como la tensión entre sujeción y subversión, representada por medio de un hombre y una intérprete que visitan el Congo por negocios y su interacción con un hombre congoleño que le pide al hombre que se lleve a su hijo de vuelta a Europa con él. El título de la obra de Lluïsa Cunillé nos da una clave para entender la idea principal de la historia: con esta expresión, atribuida al rey Luis XIV, el rey Sol daba a entender su indiferencia por lo que ocurriera después de su reinado. De la misma forma, tras su estancia, este hombre europeo que acude a la ciudad para trabajar en la industria del coltán, no se interesa por las vidas a las que afecta su trabajo; la intérprete, igualmente, no tiene interés en salir del hotel pues es el sol lo que más le gusta de Kinshasa (Cunillé, 2008, p. 12).

En primer lugar, tanto el hombre como la intérprete que acuden para hacer negocios en Kinshasa carecen de nombres, lo que, en cierto sentido, ejemplifican la falta de subjetividad individual: son el pastiche del que habla Jameson, personajes construidos en su repetición que representan, en su propia sujeción a la ideología­ dominante, la muerte del sujeto.

En segundo lugar, el padre congoleño muestra también un sometimiento ideológico, en y bajo el cual se asegura la continuidad del sistema y la reproducción de las relaciones de trabajo (Althusser, 1974, p.10). Esto lo presiona a la subordinación (Butler, 2010, p. 13), como ilustra la propuesta al hombre de que acoja a su hijo, primero como hijo propio, y después como mera fuerza de trabajo. El hecho de que este personaje no tenga diálogos es significativo, pues habla a través de la intérprete: se nos presenta inevitablemente por la visión eurocentrica de esta, lo que ejemplifica la idea de Oriente como una construcción occidental, y cómo esta sirve para que “Europa se defina en contraposición a su imagen, su idea, su personalidad y su experiencia” (Said, 1996, p. 20), y además muestra que el habla del sujeto subalterno “no adquiere estatus dialógico (…) esto es, el subalterno no es un sujeto que ocupa una posición discursiva desde la que puede hablar o responder.” (Spivak, 2003, p. 2)

Mientras que el sujeto subalterno (ya sea refiriéndonos al padre, a su mujer o a su hijo) puede hablar, está inevitablemente sometido a la percepción del Tercer Mundo que presenta el discurso occidental, así como la diferencia de clase. No obstante, aunque el objetivo de la ideología es someter al sujeto, y “eliminar las sutilezas y las paradojas, se revela fallido y puede aflorar la posibilidad de la subversión incluso allá donde todo estaba preparado para evitarla” (Carbonell, 2020, p. 19): el padre intenta la subversión, no cuestionando su posición, si no desafiando al hombre de negocios. Aun así­, la tensión entre subversión y sujeción se hace evidente porque tanto el padre como el hombre están sometidos a la ideología eurocentrista, de manera que la condición de cada uno parece inamovible e inevitable:

INTÉRPRETE- Le he ofrecido a mi hijo.

HOMBRE- Pero ya ve que no basta.

INTÉRPRETE – Debería bastar.

HOMBRE- Tiene razón, pero así son las cosas. (Cunillé, 2008, p. 43)

Así, los personajes ilustran un entendimiento del orden mundial como algo inevitable, como se ve en las siguientes palabras del padre: “Si mi hijo aún estuviera vivo habría vivido todo lo que le he contado. Ni siquiera yo, su padre, habría podido ahorrarle nada de lo que le esperaba. (Pausa) Todos estos años sólo le hemos echado de menos su madre y yo, y desde hace cuatro años sólo yo” (Cunillé, 2008, p. 46). Por un lado, el padre se siente responsable del destino de su hijo, pero por otro lado revela que este futuro que le espera es una construcción simbólica y carente de historia de la sujeción, pues la ideología “espera al individuo desde antes de su nacimiento y lo convierte en sujeto” (Carbonell, 2020, p. 22). Igualmente, cuando la intérprete y el hombre conversan animadamente tras la salida del padre, sin mencionarlo siquiera, esta obra representa la clara indiferencia europea de las condiciones precarias y desiguales de los sujetos subalternos, que se sustenta en la ideología y en la muerte del sujeto.

Concluyendo, la obra de Cunillé refleja cómo el desarrollo del individuo y su subjetividad están condicionadas por la ideología. En este contexto poscolonial, como simbolizan las elecciones narrativas de la obra, la indiferencia del hombre blanco queda representada en primera persona por él mismo, mientras que la vida del sujeto subalterno se subyace a esta, y es construido y representado a través de esta visión occidental y etnocéntrica.

Bibliografía

Althusser, L. (1974). “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”. (A. J. Pla, Trad.) Buenos Aires: Letra e.

Butler, J. (2010). “introducción”. En Mecanismos psíquicos de poder. Cátedra, pp. 11-41.

Carbonell, N. (2020). “Cultura y subjetividad” [recurso digital de aprendizaje]. Barcelona: UOC.

Cunillé, L. (2008). “Après moi, le déluge”. Deu peces. Barcelona: Edicions 62, pp. 452-507.

Said, E. (1996) : «I. Territorios superpuestos, historias entrecruzadas». Cultura e imperialismo. Barcelona : Anagrama, DL. p. 35-73. ISBN 9788433905376

Spivak, Gayatri Chakravorty (2003). ‘¿Puede hablar el subalterno?’, Revista Colombiana de Antropología, 39, p 297-364.

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La relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión en «Après moi, le déluge», de Lluïsa Cunillé

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La relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión en «Après moi, le déluge», de Lluïsa Cunillé

En la obra teatral Après moi, le déluge (2008), de Lluïsa Cunillé, se evidencia de manera contundente la compleja relación entre ideología y subjetividad, así como la constante tensión entre sujeción y subversión. A lo largo de la trama, los personajes interactúan y se desenvuelven en un entorno marcado por las ideologías dominantes, que moldean sus pensamientos, acciones y relaciones interpersonales. Al mismo tiempo, se vislumbra la lucha interna de los individuos por mantener su identidad y autonomía frente a…
En la obra teatral Après moi, le déluge (2008), de Lluïsa Cunillé, se evidencia de manera contundente la compleja…

En la obra teatral Après moi, le déluge (2008), de Lluïsa Cunillé, se evidencia de manera contundente la compleja relación entre ideología y subjetividad, así como la constante tensión entre sujeción y subversión. A lo largo de la trama, los personajes interactúan y se desenvuelven en un entorno marcado por las ideologías dominantes, que moldean sus pensamientos, acciones y relaciones interpersonales. Al mismo tiempo, se vislumbra la lucha interna de los individuos por mantener su identidad y autonomía frente a las imposiciones ideológicas y sociales que los rodean.

En primer lugar, es crucial destacar cómo la ideología permea cada aspecto de la vida de los personajes, dictando sus creencias, valores y comportamientos. Desde el diálogo inicial entre el HOMBRE y la INTÉRPRETE, se observa cómo las estructuras ideológicas influyen en la percepción del mundo y en la toma de decisiones. El HOMBRE, representante de una mentalidad empresarial y capitalista, expresa su visión utilitarista de las relaciones humanas, donde el dinero y el poder son los principales motores de la interacción social. Por otro lado, la INTÉRPRETE, a través de su conexión con su hijo y su rechazo a ciertas prácticas comerciales deshumanizadas, cuestiona y desafía las normas establecidas por la ideología dominante. La INTÉRPRETE cuestiona activamente las bases sobre las cuales se sustenta la ideología capitalista, abogando por una ética basada en la empatía, la solidaridad y el cuidado mutuo. Su resistencia a aceptar las reglas del juego impuestas por el sistema revela una voluntad de desafiar las normas establecidas y buscar una forma alternativa de relacionarse con el mundo y con los demás.

En este sentido, la obra teatral plantea un conflicto entre dos visiones del mundo: una marcada por la lógica del mercado y la competencia, representada por el HOMBRE, y otra fundamentada en valores más humanos y solidarios, encarnada por la INTÉRPRETE. A través de la interacción de estos personajes y de sus diferentes perspectivas, se pone de manifiesto el choque entre la ideología dominante y la resistencia individual, así como la posibilidad de trascender las limitaciones impuestas por las estructuras ideológicas para buscar una forma más auténtica y significativa de relacionarse con el entorno y con los demás.

La subjetividad de los personajes se ve constantemente confrontada por las exigencias del sistema ideológico en el que se desenvuelven. El HOMBRE, en su afán por mantener su posición de poder y control, se ve obligado a reprimir sus emociones y a adoptar una actitud fría y calculadora. En este sentido, a pesar de su aparente control y racionalidad, en un momento de vulnerabilidad confiesa sus miedos y dudas, revelando así la tensión interna entre su identidad pública y sus emociones privadas. Esta lucha interna refleja cómo la ideología dominante puede influir en la subjetividad individual y generar conflictos internos. Por otro lado, la INTÉRPRETE, a través de su relación con su hijo y su resistencia a ciertas prácticas inmorales, busca preservar su integridad moral y emocional en un entorno hostil y deshumanizado.

La tensión entre sujeción y subversión se manifiesta en los intentos de los personajes por resistir y desafiar las normas impuestas por la ideología dominante. El HOMBRE, a pesar de su aparente firmeza y control, revela a través de sus confesiones una vulnerabilidad y un conflicto interno que lo llevan a cuestionar sus propias acciones y motivaciones. Por su parte, la INTÉRPRETE, a través de su valentía y determinación para proteger a su hijo y resistir la corrupción moral, representa un acto de subversión frente a las injusticias y desigualdades del sistema. Esta resistencia representa un intento de preservar la integridad moral y emocional en un entorno hostil y opresivo.

En conclusión, la obra teatral Après moi, le déluge, de Lluïsa Cunillé ofrece una profunda reflexión sobre la compleja relación entre ideología y subjetividad, así como sobre la constante tensión entre sujeción y subversión. A través de los personajes y sus interacciones, se pone de manifiesto la lucha constante de los individuos por mantener su identidad y autonomía frente a las fuerzas opresivas y deshumanizadoras de la sociedad. La obra invita a cuestionar las normas establecidas, a resistir la injusticia y a buscar la redención a través del amor, la empatía y la solidaridad.

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¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión?

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¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión?

¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión? Este fragmento de Après moi, le déluge, expone un diálogo con un posicionamiento interesante: un convencimiento de parte de uno de los personajes (intérprete) para que un hombre de negocios pueda llevarse a su hijo fuera de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. La relación entre ideologías y subjetividad, así como sujeción y subversión es evidente, pero antes de hacer un…
¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y…

¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión?

Este fragmento de Après moi, le déluge, expone un diálogo con un posicionamiento interesante: un convencimiento de parte de uno de los personajes (intérprete) para que un hombre de negocios pueda llevarse a su hijo fuera de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.

La relación entre ideologías y subjetividad, así como sujeción y subversión es evidente, pero antes de hacer un comentario, considero que es preciso contextualizar algunos datos generales que, a falta de conocer la totalidad del texto teatral, solo son presupuestos:

  • Los personajes no llevan un nombre en específico. Son en cierto sentido, abstracciones que remiten a algún estereotipo social fácilmente identificable: el hombre, al intentar ser convencido de que ofrezca trabajo al hijo del intérprete, se nos revela como alguien acaudalado, un representante de una clase dominante indeterminada, mientras que el intérprete, en sus constantes intentos por convencerlo, es fácilmente identificable con una clase subyugada, y con la constante necesidad de que su descendencia pueda salir de la pobreza en la que se encuentra, sea económica o social.
  • La ubicación geográfica también es importante, ya que se en algunos momentos se hace mención de Sudáfrica y sus alrededores, un territorio caracterizado por problemas políticos, raciales, sociales y económicos.

Con estas dos premisas, queda claro que este fragmento, de forma autónoma, muestra una tensión explícita entre la preservación del aparato ideológico, así como también la sujeción y subversión. Menciono ambas cosas porque queda en evidencia a través del diálogo la construcción ideológica de un sujeto capacitado para cualquier tipo de actividad que devenga una aprobación del sistema social, caracterizado en la figura del hijo, y al mismo tiempo, hay una literalidad en la “muerte del sujeto”, en la subversión directa del sistema ideológico.

Para argumentar mi afirmación, expongo una de las principales características que permite el teatro y la dramaturgia: traer las ideas implícitas por medio de los diálogos de sus personajes. Y es que el desarrollo de este pequeño fragmento de la obra es la constitución de un sujeto ideológico perfecto, que cumple su función en relación a las necesidades de la lógica dominante: ha cumplido con la lógica del estado nacionalista al defender su territorio en batalla; ha cumplido con la lógica económica, al estar capacitado en cualquier área posible, y ha cumplido con la lógica dominante, al poder ser representado como un sujeto capaz de resolver cualquier situación.

En pocas palabras, el hijo es una representación cuasi utópica del sujeto alienado perfecto, de aquel engranaje ideológico de un sistema dominante. Bajo esta mirada, los apuntes de Althusser dejan en evidencia que este tipo de sujetos se construyen en base a las necesidades políticas y económicas de una sociedad, por lo que no tienen esa premisa llamada “individualidad”, sino que están construidos desde su nacimiento bajo estos parámetros estructurados por el aparato ideológico.

Sin embargo, y en un giro de acontecimientos, el hijo es irreal, una abstracción completa: falleció a los dos años por malaria, y nunca realizó ninguna de las acciones que su madre mencionó. Esta revelación es muy pertinente porque deja en evidencia un asunto importante al respecto de la muerte del sujeto: el sujeto ideológico es utópico en tanto no es posible que exista. La frase “Si mi hijo aun estuviera vivo habría vivido todo lo que le he contado” representa esta afirmación: una idea, un constructo de un individuo que nunca existió, representa aquella necesidad ideológica de un sujeto perfecto y preciso que responde a una lógica dominante en una sociedad, pero que a su vez es inalcanzable.

En este sentido, el orden de acontecimientos del fragmento evidencia un proceso de dos lógicas muy diferenciadas: una de necesidad, donde el personaje de la intérprete está constantemente construyendo un sujeto ideológico apto para el sujeto económicamente dominante, y otra de dominación, caracterizada por el hombre desinteresado y que termina toda argumentación bajo la lógica del capital económico.

Sin embargo, cuando en estos acontecimientos se reconoce la inexistencia del hijo, el sujeto dominante presencia el juego de la intérprete: “quería que alguien más que yo echara de menos a mi hijo. Y usted le echará de menos porque me ha dicho que le necesitaba”. Bajo esta mirada, la muerte del sujeto, es la derrota del aparato ideológico, la subversión del sujeto hacia lo ideológico.

Bibliografía

Cunillé, Lluïsa. Après moi, le déluge (Después de mí, el diluvio). Fragmento.

Althusser, L. (2010). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Clásicos Philosophia.

Spivak, G. Ch. (2003). ‘¿Puede hablar el subalterno?’, Revista Colombiana de Antropología, 39, p 297-364.

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Cuando el subalterno habla: representación y agencia en «Après moi, le déluge»

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Cuando el subalterno habla: representación y agencia en «Après moi, le déluge»

La obra Après moi, le déluge (Cunillé 2007) se desarrolla en una habitación de hotel en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, en una época indeterminada pero contemporánea. En el escenario hay asientos para tres personas, pero solo hay dos personajes visibles literalmente para el público: un hombre de negocios de origen europeo, con base en Ciudad del Cabo, que trabaja para una compañía sudafricana dedicada a la explotación de coltán, mineral metálico utilizado en la fabricación de…
La obra Après moi, le déluge (Cunillé 2007) se desarrolla en una habitación de hotel en Kinshasa, capital de…

La obra Après moi, le déluge (Cunillé 2007) se desarrolla en una habitación de hotel en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, en una época indeterminada pero contemporánea. En el escenario hay asientos para tres personas, pero solo hay dos personajes visibles literalmente para el público: un hombre de negocios de origen europeo, con base en Ciudad del Cabo, que trabaja para una compañía sudafricana dedicada a la explotación de coltán, mineral metálico utilizado en la fabricación de dispositivos electrónicos; y una intérprete profesional, que habla quince idiomas (aunque a veces tiene lagunas de memoria con respecto a la mitad de ellos) y disfruta tomando el sol en África; el tercer personaje, que nunca vemos ni oímos, es un hombre africano con un brazo amputado. Está enfermo y ha venido aparentemente a proponer algún tipo de trato comercial. Al entrar en la habitación, ocupará una butaca vacía. Es invisible para el espectador, pero su presencia en escena se hace palpable a través de las intervenciones de la intérprete que parece como poseída por él. Será a través de ella que intentará convencer al hombre de negocios para que se convierta en el tutor de su hijo de 19 años, portero de un equipo de fútbol. El hombre de negocios inicialmente se muestra reacio a aceptar la propuesta, pero posteriormente se discutirán varias alternativas.

La figura clave en la obra es el personaje de la intérprete, quien se posiciona como una especie de puente a través del cual convergen dos mundos y dos culturas. La filósofa india Gayatri Chakravorty Spivak plantea que el subalterno, es decir, los grupos marginados y oprimidos, no pueden hablar por sí mismos dentro de los sistemas de representación dominantes. Estos necesitan de intermediarios, de representantes (Spivak 2003, 310) que les den voz. En la obra de Cunillé, el personaje de la intérprete funciona como ese puente entre el mundo dominante (el hombre de negocios europeo) y el mundo subalterno (el hombre africano invisible). La intérprete se convierte en la voz del personaje africano, permitiendo que su presencia y su discurso se hagan palpables en la obra, a pesar de su invisibilidad física. Esta transmutación supone una subversión, ya que permite que la perspectiva y la experiencia del sujeto subalterno se hagan presentes, desafiando su invisibilidad.

Sin embargo, Spivak también señala que incluso cuando el subalterno logra tener voz a través de un intermediario, esta voz sigue estando mediada y filtrada por la perspectiva del representante. Así, la intérprete en la obra, si bien da voz al personaje africano, también impone su propia subjetividad y experiencia europea en la forma en que traduce y transmite su discurso. Dicho de otra forma: “el relato de la sujeción es inevitablemente circular, puesto que presupone al mismo sujeto del que pretende dar cuenta” (Butler 2001, 22).

A medida que avanza la conversación, la intérprete experimenta una transformación donde gradualmente comienza a dar voz al personaje del hombre africano invisible. De este modo, el hombre africano adquiere un cierto grado de presencia, como resultado de una especie de posesión de la intérprete, que roza la desaparición. De hecho, llega un momento donde la intérprete deja de emplear la tercera persona para referirse al hombre africano y comienza a emplear la primera persona. A partir de este instante, el papel de la traductora como mediadora se vuelve imperceptible. Es decir, la identidad de la interprete es mutable, y se construye a través de las interacciones y las relaciones con los demás. La intérprete, al asumir la voz del hombre africano, borra los límites entre las subjetividades de ambos y desdibuja la dicotomía entre sujeto y objeto. Además, al volverse imperceptible como mediadora, desafía las nociones tradicionales de la traducción como una transferencia puramente lingüística, y más bien la presenta como una transferencia de subjetividad, donde la identidad y la voz del otro se entrelazan con la suya propia, cuestionando así las fronteras de la subjetividad individual. De esta forma, Cunillé establece un comentario sobre la función de la traducción no solo como una transferencia lingüística, sino también como una transferencia de subjetividad. El hombre africano adquiere agencia (Carbonell i Camós, s. f., 35) a costa de la subjetividad de la intérprete.

Por su parte, personaje del hombre de negocios representa la ideología occidental y la falta de sensibilidad hacia realidades ajenas, como la africana, simbolizada por el hombre invisible. Al principio, muestra una actitud de desinterés y falta de empatía hacia la situación del hombre africano invisible y su hijo. Su enfoque en la enfermedad, la proximidad de la muerte y la necesidad de un final digno refleja una preocupación egoísta y centrada en sí mismo, propia de la ideología occidental que prioriza el bienestar individual sobre el colectivo. Aun así, a medida que avanza la obra, el hombre de negocios se ve confrontado con la realidad y la humanidad del otro, lo que desafía su subjetividad y le lleva a cuestionar sus valores y su posición privilegiada.

Finalmente, la revelación sobre la muerte del hijo del hombre africano invisible genera un impacto en el hombre de negocios, que se ve obligado a enfrentar la tragedia y la injusticia que subyacen en la situación. Esto supone una subversión no solo de las expectativas del hombre de negocios europeo, sino del público que se enfrenta a otro golpe de realidad, desestabilizando la posición de poder y privilegio que tenía como sujeto dominante, al haber sido engañado.

De todos modos, la actitud de indiferencia de la intérprete, así como la búsqueda de un final digno por parte del hombre de negocios, hacen que todo vuelva a un statu quo donde se reproduce de la ideología dominante (Althusser 1970), que tiende a ocultar o negar las realidades incómodas que ponen en cuestión sus propios privilegios.

 

Althusser, Louis. 1970. «Ideología y aparatos ideológicos del estado».

Butler, J. 2001. Mecanismos psíquicos del poder: teorías sobre la sujeción. Cátedra.

Carbonell i Camós, Neus. s. f. «Cultura y subjetividad». Fundación para la Universitat Oberta de Catalunya.

Cunillé, Lluïsa. 2007. «Après moi, le déluge». Fundació Teatre Lliure. Barcelona.

Spivak, Gayatri Chakravorty. 2003. «¿Puede hablar el subalterno?»

 

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Sujetos en las narrativas de dominación

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Sujetos en las narrativas de dominación

Este artículo realiza una lectura de la obra teatral Après moi, le déluge (2008), de Teresa Cunillé, en torno al papel de la ideología en los procesos de construcción de la subjetividad. Concretamente, analizaremos la complicidad entre discurso y poder, así como la tensión entre sujeción y subversión, en el campo de las identidades. Adoptando una perspectiva decolonial, trataremos de visibilizar la persistencia de la narrativa imperialista occidental y cómo sus lógicas de dominación penetran los mecanismos de construcción identitaria…
Este artículo realiza una lectura de la obra teatral Après moi, le déluge (2008), de Teresa Cunillé, en torno…

Este artículo realiza una lectura de la obra teatral Après moi, le déluge (2008), de Teresa Cunillé, en torno al papel de la ideología en los procesos de construcción de la subjetividad. Concretamente, analizaremos la complicidad entre discurso y poder, así como la tensión entre sujeción y subversión, en el campo de las identidades. Adoptando una perspectiva decolonial, trataremos de visibilizar la persistencia de la narrativa imperialista occidental y cómo sus lógicas de dominación penetran los mecanismos de construcción identitaria y de reconocimiento.

La propuesta escénica se articula a partir del diálogo entre dos personajes, a pesar de que la diégesis incluye un tercero, cuya relevancia es central. Los personajes invisibles son un recurso dramático que incorpora en la historia a personajes que no aparecen directamente en escena y, por lo tanto, se hacen presentes sólo a través del discurso ajeno. Esta elección formal, como defenderemos a continuación, lejos de ser arbitraria es fundamental para articular el juego entre representación, visibilidad y poder que la obra propone.

A quién oímos y vemos los espectadores es al Hombre y a la Intérprete, dos occidentales reunidos en una habitación de un hotel en Kinshasa. El encuentro entre ambos personajes responde a una transacción profesional. La Intérprete, que trabaja y vive en el hotel, del que ya no recuerda cuándo fue la última vez que salió, es contratada por el Hombre, un empresario europeo que hace negocios en África para multinacionales y que relata haber sido abordado, en la entrada del hotel,por un hombre interesado en hablar con él: 

HOME: […] Quan he arribat, m’esperava a la porta. L’únic que sé és el sen nom. Algú li ha apuntat en un paper. (Dóna un tros de paper a la INTÈRPRET.) Pel que sembla només entén el kiluba. (Tots dos miren alhora cap a una de les butaques en silenci uns segons.) Què passa?
INTÈRPRET (Mira l’HOME): Diu que també entén la seva llengua, però que no la sap parlar.

(Cunillé 2008, 468)

En este instante asistimos a una suerte de invocación fantasmal en la que surge el tercer personaje, un congoleño que se hará accesible al espectador sólo a través del discurso de la Intérprete. Dicho recurso narrativo, el del personaje invisible, adquiere, en este sentido, un carácter hiperbólico cargado de significado. El personaje congoleño solo puede hacerse audible al espectador (occidental) a través de las palabras de la Intérprete, hasta el punto que ambas voces colapsan y el discurso de ella deviene una ilusión especular de las del otro, siempre ausente. De este modo, solo conseguimos acceder a este sujeto a través de la traducción, que más allá de una operación de traslación lingüística, entraña siempre una transferencia entre sistemas culturales.

Judith Butler (2010), tomando las ideas de Athusser y Foucault, defiende que el sujeto se produce discursivamente, en complicidad con las relaciones de poder. Esto ocurre por medio de la interpelación, que Althusser explica como el mecanismo por el cual la ideología constituye como sujetos a los individuos concretos (2022, 139). A través de una adhesión voluntaria a ciertas categorías normativizadas, el individuo se inscribe socialmente como sujeto. Así, la subjetividad es “la oportunidad lingüística para que el individuo alcance y reproduzca la inteligibilidad, la condición lingüística de su existencia y su potencia” (Butler 2010, 21-22). Fuera de ellas, como dirá Butler, queda lo abyecto, lo irrepresentable.

Para Butler la inteligibilidad se produce gracias a la inscripción: un mecanismo psíquico que produce al sujeto a partir de la internalización del poder mediante la iteración de la norma pero que, al mismo tiempo que lo sujeta a ella, le confiere agencia para subvertirla, desviarse de ella, debido a su carácter tropológico. Volviendo al texto de Cunillé, en la escenificación del discurso del hombre congoleño opera una estrategia de sujeción-subversión en la que, a través de la subordinación a la narrativa hegemónica 一que es la de la construcción del Otro no occidental一 se consigue incorporar lo abyecto, aquello relegado fuera de los márgenes de la inteligibilidad, al visibilizar las fisuras de un proyecto ideológico que en la contemporaneidad sigue operando para reproducir las condiciones materiales de existencia que permiten al Norte Global vivir a expensas de una radical precarización de la vida en el Sur Global.

Porque, tal como evidencia el discurso y las actitudes de los dos personajes occidentales, “el sentido del pasado Imperial reside no sólo en ella [la era colonial, desmantelada como tal], sino que ha penetrado la realidad de centenares de millones de personas: su existencia como memoria compartida y como tejido altamente conflictivo de cultura, ideología y política ejerce todavía una fuerza tremenda” (Said 1996, 47).  Así, el hijo que el hombre congoleño supuestamente pone a manos del empresario occidental para brindarle la posibilidad de tener un futuro digno es en realidad el espectro identitario que el occidentlocentrismo necesita para reproducir su status quo

INTÈRPRET: Vol dir que necessita el meu fill?
HOME: Sí.
(Pausa.)
INTÈRPRET: Sí, què…
HOME: Sí que el necessito.

(Cunillé 2008, 501-502)

Ese hijo, como sabemos al final, no existe: murió con tres años a causa de la pobreza y la malaria. “Tots aquests anys només l’hem trobat a faltar la seva mare i jo […] Però ara vostè també el trobarà a faltar” (Cunillé 2008, 502). Una alusión a la memoria que entraña un imperativo ético: cuestionar las narrativas que informan al sujeto occidental, puesto que el modo en que “nos representamos el pasado modela nuestra comprensión y perspectiva del presente” (Said 1996, 37). Sin embargo, tal como el segundo hombre irrumpió en escena, se desvanece; y la conversación entre los otros dos continúa inalterada: un discurso trivial, solipsista, alienado, que conduce al espectador hasta el silencio y la oscuridad final.

 

Bibliografía citada:

Althusser, Louis. 2022. “Ideología y aparatos ideológicos del Estado (Notas para una investigación)”. En La Filosofía como arma de la revolución, 95-142, traducido por Óscar del Barco, Enrique Román y Óscar Molina. Ciudad de México: Siglo XXI Editores.

Butler, Judith. 2010. “Introducción”. En Mecanismos psíquicos del poder. Teoría sobre la sujeción, 11-41. Madrid: Cátedra.

Cunillé, Lluïsa. 2008. "Après moi, le déluge". En Deu peces, 449-507. Barcelona: Edicions 62.

Pérez Navarro, Pablo. 2010. “Dar cuenta de la interpelación: inscripción de la alteridad y construcción del sujeto ético”. En Daimon. Revista Internacional de Filosofía núm 49, 21-33.
https://revistas.um.es/daimon/article/view/141841

Said, Edward. 1996. "I. Territorios superpuestos, historias entrecruzadas". En Cultura e imperialismo, 35-73. Barcelona: Anagrama.

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Sujeción, poder y cuerpos en Aprés moi, le dèluge

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Sujeción, poder y cuerpos en Aprés moi, le dèluge

La obra teatral Aprés moi, le déluge nos muestra la perspectiva de cuatro personajes que residen en Kinshasa (el hombre de negocios, la intérprete, el padre y el hijo). No obstante, estas perspectivas múltiples se nos presentan a través de únicamente la voz narrativa de dos de personajes (el hombre de negocios y la intérprete). Podemos ver, por tanto, que la voz del padre y el hijo se nos presentan de forma mediatizada; la del primero a través de la…
La obra teatral Aprés moi, le déluge nos muestra la perspectiva de cuatro personajes que residen en Kinshasa (el…

La obra teatral Aprés moi, le déluge nos muestra la perspectiva de cuatro personajes que residen en Kinshasa (el hombre de negocios, la intérprete, el padre y el hijo). No obstante, estas perspectivas múltiples se nos presentan a través de únicamente la voz narrativa de dos de personajes (el hombre de negocios y la intérprete). Podemos ver, por tanto, que la voz del padre y el hijo se nos presentan de forma mediatizada; la del primero a través de la intérprete y la del segundo a través de su padre.

En cuanto al espacio, la trama tiene lugar en la antesala del dormitorio en el que el hombre de negocios se hospeda. En dicho lugar, los demás personajes aparecen en calidad de invitados, como personajes que no gozan de pleno poder en ese espacio. La diferencia de poder, por tanto, no solo se ve reflejada en el espacio y en quién está legitimado para permitir la entrada o forzar la salida, sino también en el cargo que cada persona tiene y en el poder que dicho cargo les otorga. Así pues, por su trabajo, el hombre de negocios habita la posición de poder más privilegiada, lo que le confiere la máxima potencia a la hora de tomar una decisión. Tras el hombre de negocios, las demás posiciones de poder recaen, ordenadas jerárquicamente, sobre la intérprete, el padre y su hijo. Por ende, vemos cómo el hombre de negocios es el único personaje que goza de pleno derecho en cuando a la articulación de su voz sobre la de los demás, la decisión de permitir o denegar el acceso a su espacio y, por último, de tener un trabajo jerárquicamente superior (de ahí que gane más dinero que los demás y que su tiempo sea mucho más valioso).

Visto así, el poder confiere al hombre de negocios la posición hegemónica, permitiendo que su ideología y su subjetividad formen parte del orden establecido del espacio que habita en la República del Congo. Su ideología, por otro lado, está fuertemente influida por su nacionalidad (en el texto se deja entrever que es un europeo que reside en Sudáfrica) puede definir por su género (opuesto al de la intérprete y de cuyo privilegio intenta hacer uso para flirtear con ella), por su condición de persona blanca (él mismo se define como un “hijo de puta de negocios blanco”). La obra, por lo tanto, pone en juego estas dicotomías para mostrar, en toda su gradación, la violencia que ejerce la parte hegemónica de estos pares de binomios: europeo/africano, hombre de negocios/labrador, hombre/mujer, blanco/negro, riqueza/pobreza, entre los más relevantes.

Foucault señala muy acertadamente que “el cuerpo humano es una fuerza de producción, pero … no existe tal cual, como un artículo biológico o como un material. El cuerpo humano existe en y a través de un sistema político. El poder político proporciona cierto espacio al individuo: un espacio donde comportarse, donde adoptar una postura particular, sentarse de una determinada forma o trabajar continuamente” (1999, p. 65). En este caso, vemos cómo las variables que hemos ido analizan se presentan semióticamente en los cuerpos y comportamientos de los usuarios (desde sus características étnicas, hasta su ropa de “Louis Vouiton”). El poder, por tanto, emana de ahí; de sus actos y de cómo sus cuerpos los insertan en una economía de poder específica, sustentándose en ellas al tiempo que se someten. Como señala Judith Butler, “el poder nunca es solo una condición externa o anterior al sujeto, ni tampoco puede identificarse exclusivamente con este. Para que puedan persistir, las condiciones del poder han de ser reiteradas: el sujeto es precisamente el lugar de esa reiteración, que nunca es una repetición meramente mecánica” (2007, p. 27). Así entendido, el poder impregna cualquier recoveco de esta obra teatral; pues lo que se nos presentan son las reiteraciones de las violencias del poder hegemónico, que pretenden –a nuestro juicio– ser criticadas.

Los mecanismos ideológicos del estado que menciona Althusser (2008), pues, son los que han dotado a la mencionada reiteración de una aparente naturalidad; naturalidad que, por otro lado, contrasta con la brutalidad y el altísimo nivel de violencia que se denuncia en el relato. Pareciera como si el coltán y la necesidad de ganar dinero fuese ese tupido velo que pretende enmascarar toda la muerte, la explotación, la miseria, la falta de voz y la incapacidad de mejora que sustenta el orden establecido en el Congo.

Nos parece sumamente significativo el hecho de que la voz de los personajes más alterados sea la que, por carecer de poder, queda relegada al plano de lo simbólico, a lo meramente discursivo. Dicho de otro modo, su discurso (el de la vida del padre y de su hijo) no hace sino reiterar la propia sujeción que le impone la ideología y los mecanismos biopolíticos de poder que los someten. Solo pueden hablar, no sin por ello quedar exentos de castigo alguno (recordemos que al final del relato el hombre de negocios confiesa su intención de llamar a los guardas de seguridad y denunciar el robo del reloj que él mismo se había ofrecido a regalarle). La posibilidad de subversión del sujeto subalterno es reducida, por tanto, a un mero discurso que con facilidad puede ser olvidado.

A nuestro juicio, Aprés moi, le déluge, con frases como “los hombres de negocios no tienen almas”, pretende criticar la sujeción que caracteriza a aquellos cuerpos hegemónicos que roban, extraen y hacen uso de su poder y privilegio al apoyarse en el sistema capitalista que nos sujeta.

 

Bibliografía
Althusser, L. (2008). Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado. In S. X. Editores (Ed.), La filosofía como arma de la revolución.
Butler, J. (2007). Mecanismos psíquicos del poder. Cátedra.
Foucault, M. (1999). Ética, estética y hermenéutica (Vol. III). Paidós.

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Identidad y poder en «Après moi, le déluge» de Lluïsa Cunillé.

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Identidad y poder en «Après moi, le déluge» de Lluïsa Cunillé.

En la obra teatral Après moi, le déluge (2008), de Lluïsa Cunillé nos situamos en una habitación de hotel en Kinshasa, donde un anciano africano presenta a su hijo a un hombre de negocios europeo, ofreciéndolo para cualquier trabajo o servicio que necesite. Una mujer blanca actúa como intérprete en esta conversación, donde el destino de un niño parece representar el destino de todo un continente. En esta obra, se plantea un poderoso dilema que abarca cuestiones de explotación, desigualdad…
En la obra teatral Après moi, le déluge (2008), de Lluïsa Cunillé nos situamos en una habitación de hotel…

En la obra teatral Après moi, le déluge (2008), de Lluïsa Cunillé nos situamos en una habitación de hotel en Kinshasa, donde un anciano africano presenta a su hijo a un hombre de negocios europeo, ofreciéndolo para cualquier trabajo o servicio que necesite. Una mujer blanca actúa como intérprete en esta conversación, donde el destino de un niño parece representar el destino de todo un continente. En esta obra, se plantea un poderoso dilema que abarca cuestiones de explotación, desigualdad racial y las complejidades de las relaciones humanas en un contexto globalizado. Se puede explorar también de manera profunda la relación entre ideología y subjetividad, así como la tensión entre sujeción y subversión, a través de la compleja interacción de los personajes con las estructuras de poder y las normas sociales imperantes. Al analizar esta dinámica a la luz de los conceptos propuestos por Judith Butler (2010), Louis Althusser (1974) y Fredric Jameson (2006), podemos entender cómo se desarrolla este entramado en la trama de la obra.

La sujeción de los personajes al poder dominante se manifiesta en su interiorización y aceptación de las condiciones impuestas por este poder. Siguiendo las ideas de Butler (2010), el poder se impone sobre los individuos y estos terminan internalizando las normas y valores que les son impuestas, convirtiéndose así en sujetos del poder establecido. Este proceso de sujeción, como señala Althusser (1974), es fundamental en la formación del sujeto, quien se inicia mediante una sumisión primaria al poder. En la obra, el hijo africano podría aceptar trabajar como sirviente o empleado del hombre de negocios europeo, cumpliendo con las expectativas sociales de su padre y de la sociedad en general. Esta sumisión se manifiesta en su decisión de aceptar un rol subordinado dentro de la dinámica de poder establecida, donde los intereses y las necesidades del hombre de negocios tienen prioridad sobre las suyas propias.

La interpelación, otro concepto clave de Althusser (1974), también juega un papel fundamental en la formación del sujeto en la obra. Los personajes son interpelados por las instituciones y las normas sociales que los rodean, lo que los lleva a asumir roles y posiciones dentro del sistema establecido. Esta interpelación puede ser percibida como una rendición ante la ley o las normas sociales, como una aceptación resignada de las condiciones impuestas por el poder. Sin embargo, también puede ser un punto de partida para la subversión, para cuestionar y desafiar las estructuras de poder dominantes. El anciano africano, representando a generaciones anteriores, asume un papel de sumisión al ofrecer al joven para cualquier trabajo que el hombre de negocios europeo requiera. Esta acción refleja la internalización de las normas sociales y la aceptación de las condiciones impuestas por el poder dominante, como se describe en la teoría de Judith Butler.

Además, la mujer blanca, al actuar como intérprete, también participa en la interpelación ideológica al facilitar la comunicación entre el anciano africano y el hombre de negocios europeo. Su papel de mediadora refleja cómo las estructuras de poder dominantes utilizan el lenguaje y la comunicación para mantener y perpetuar su posición de autoridad.

En el desenlace de la obra, se evidencia la idea de la muerte del sujeto planteada por Jameson (2006). Por ejemplo, al finalizar la historia, se revela que el hijo africano no es un individuo específico, sino una representación simbólica de las esperanzas y sueños de toda una generación africana. Esta revelación subraya cómo los individuos ya no pueden afirmar una identidad única y distintiva, como resultado de un mundo cada vez más fragmentado y privatizado. En la obra, esta falta de identidad se manifiesta a través del «pastiche» (Jameson, 2006)  y la imitación de estilos, en el sentido de que los personajes, especialmente los africanos, adoptan comportamientos, estilos de vida y formas de expresión que imitan modelos occidentales sin una comprensión profunda o una conexión auténtica con ellos. En lugar de crear nuevas formas de expresión que reflejen su identidad y experiencia únicas, los personajes se ven atrapados en una imitación superficial de estilos y normas culturales impuestas por la cultura dominante.

Referencias

Althusser, L. (1974). La ideología y aparatos ideológicos de Estado. (A. J. Pla, Trad.). Letra e.

Butler, J. (2010). Mecanismos psíquicos del poder: Teoría sobre la sujeción. Catedra Ediciones.

Cunillé, Llüisa (2008). Après moi, le déluge. Deu peces.

Jameson, Frederic. (2006). El posmodernismo y la sociedad de consumo. Kairos. 

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Sobre la obra Après moi, le déluge de Llüisa Cunillé

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Sobre la obra Après moi, le déluge de Llüisa Cunillé

Après moi, le déluge es una obra de teatro escrita por Lluïsa Cunillé en 2007. Sobre el escenario se encuentran dos personajes, un hombre -denominado HOMBRE- y una mujer -denominada INTÉRPRETE-. Rápidamente notamos una relación de poder entre los dos interlocutores que coloca al hombre en una posición de dominación sobre la Interprete. La historia sucede en Kinshasa, capital del Congo. Al tratarse de una relación dominante-subalterno o de opresor-oprimido, la obra pone en evidencia la compleja relación existente entre…
Après moi, le déluge es una obra de teatro escrita por Lluïsa Cunillé en 2007. Sobre el escenario se…

Après moi, le déluge es una obra de teatro escrita por Lluïsa Cunillé en 2007.

Sobre el escenario se encuentran dos personajes, un hombre -denominado HOMBRE- y una mujer -denominada INTÉRPRETE-. Rápidamente notamos una relación de poder entre los dos interlocutores que coloca al hombre en una posición de dominación sobre la Interprete. La historia sucede en Kinshasa, capital del Congo.

Al tratarse de una relación dominante-subalterno o de opresor-oprimido, la obra pone en evidencia la compleja relación existente entre ideología, sujeto y subversión. ¿De qué manera se manifiesta dicha complejidad? Trataremos de responder a esta pregunta a lo largo de este trabajo.

Comencemos por el que quizás es el eje central : ¿Cuántos personajes están presentes en la obra? ¿Quiénes son estos personajes? Hemos dicho, al comenzar este trabajo, que solo dos personas son puestas en escena, pero, al tratarse de una intérprete, HOMBRE conversa con un tercer personaje. A estos tres individuos puede sumárseles un cuarto, el hijo del ‘interpretado’.

Contamos, entonces, con 4 sujetos. Primero, HOMBRE, se trata de un hombre de negocios blanco y rico en posición de privilegiado respecto al resto. Segundo, INTÉRPRETE, mujer de la que sabemos muy poco: llega a Africa siendo ya grande. Tercero, el interpretado, campesino pobre del Congo que suponemos negro. Por último, el hijo del campesino que representa a la población congoleña, particularmente a los jóvenes, cuya única escapatoria es irse, así sea en cuanto esclavos.

La ideología en general, según explica Althusser, es responsable de la reproducción de la sumisión a las reglas del orden establecido por parte de las fuerzas de trabajo. Se encuentra, por lo tanto, al servicio de la ideología dominante. Para este autor la creación del sujeto tiene lugar por medio de una interpelación que convierte al individuo en ‘sujet’, es decir -tomando prestada la polisemia francesa- en sujeto y súbdito al mismo tiempo. Esta interpelación nos obliga a asumir los roles que nos corresponden dentro de las estructuras de poder y las relaciones sociales existentes.

Volviendo a nuestra obra de teatro, notamos que este es el caso de nuestros personajes. Todos aceptan su posición sin rechistar, y no son capaces ni de entender la injusticia ni de luchar contra ella. Incluso cuando el interpretado intenta evitarle a su hijo -los jóvenes congoleños- el horror que se vive en el Congo, lo hace entregándolo -o incluso vendiéndolo- al hombre blanco para que lo use como le plazca. La posibilidad de dejar de ser oprimido/subalterno no existe, el joven se iría de ahí para vivir una nueva versión del horror. Joven, que dicho sea de paso, murió cuando tenía tres años y cuya historia posterior es invención del interpretado.

Poniendo sobre la mesa lo expuesto por Althusser, hemos visto como ideología y sujeto están íntimamente relacionados. No hay uno sin el otro. La ideología interpela al sujeto, el sujeto reproduce a la ideología. Agreguemos a esta ecuación nuestro tercer término: la subversión, es decir, la posibilidad de trastornar o alterar al orden establecido y a las relaciones de poder.

En la interpelación, explica Judith Butler, “antes de que exista la posibilidad de una comprensión crítica de la ley existe una receptividad y una vulnerabilidad ante la ley” (Butler, 2015, p.121). Los sujetos, aceptan las reglas y son subordinados incluso antes de tener acceso a ellas. Subvertirse contra la ideología en general, resulta particularmente dificultoso si todo tu pensamiento tiene como origen al objeto de la subversión. Es, en otras palabras, atacarse a sí mismo hasta la desaparición de nuestra sujeción, es decir, de nosotros como sujetos.

Por otra parte, si pretendemos subvertirnos contra las relaciones de poder impuestas por la ideología dominante al servicio de la cual está la ideología general, parece evidente que debemos contar con la posibilidad de expresarnos, de discutir y de disputar al opresor. ¿Puede hablar el subalterno? Se trata de un artículo publicado por Spivak en 2003, en el que la autora va a responder al título utilizando la relación entre el “primer mundo” y el “tercer mundo” y la historia de la India. Su respuesta es clara: No, debido a que el subalterno es una construcción del dominante y es este quien habla en su lugar. Lo hace de diversas maneras que no vamos a especificar.

Hemos visto, a lo largo de este trabajo, que ser sujetos es ser inevitablemente súbditos de la ideología en general. Hemos comprendido lo peligroso que puede representar para el sujeto la posible subversión frente a la ideología que lo devino, y, hemos puesto sobre la mesa al trabajo de Spivak, donde se explicita la imposibilidad de hablar que sufre el subalterno y por lo tanto la imposibilidad de subversión frente a la ideología dominante.

¿De qué manera se manifiesta la compleja relación entre sujeto, ideología y subversión en la obra? Centrémonos en los tres personajes subalternos: una mujer presente pero que no habla por si misma, un hombre ausente solamente capaz de hablar por medio de la mujer, y, a la población congoleña que ni está presente ni habla (es más: murió hace 16 años). Ninguno de los tres es capaz de discutir, disputar o expresarse libremente. Además, como ya hemos visto, los tres sujetos aceptan su sumisión sin rechistar, la posibilidad de un mundo más justo no es siquiera una opción. No pueden ser conscientes del alcance de su situación de oprimidos. Sujeto e ideología parecen ser caras de una misma moneda y la imposibilidad de subversión es la imposibilidad de separarla en dos.

¿Es posible otra versión de la interpelación u otra relación dominante-subalterno que permita la subversión?

 

Bibliografía

  • Althusser, L. (1974). La ideología y aparatos ideológicos de Estado. (A. J. Pla, Trad.) Buenos Aires: Letra e.
  • Butler, J. (2015). Introducción. En J. Butler. Mecanismos psíquicos del poder. Teorías de la sujeción. (pp.11-41). (J.Cruz, trad.). Valencia: Ediciones cátedra Universidad  de València. 
  • Butler, J. (2015). 4 “La consciencia nos hace sujetos”. La sujeción en Althusser. En J. Butler. Mecanismos psíquicos del poder. Teorías de la sujeción. (pp.119-145). (J.Cruz, trad.). Valencia: Ediciones cátedra Universidad  de València.
  • Cunillé, L. [Llüisa]. (2007) Après moi, le déluge. En: R. García-Pascual. (2011). Dramaturgas españolas en la escena actual. (pp.222-247). 
  • Gayatri Chakravorty Spivak (2003). ¿Puede hablar el subalterno?, Revista Colombiana de Antropología, 39, p 297-364.

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Ideología-Subjetividad, Sujeción-Subversión

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Ideología-Subjetividad, Sujeción-Subversión

Subrayaba en mi aportación en la primera fase del debate que la afirmación de Althusser «La ideología interpela al individuo como sujeto» (Althusser, 1998: 28) se refiere a cómo la ideología, en sus diversas formas y manifestaciones, afecta la manera en que nos percibimos a nosotros mismos y nuestro lugar en la sociedad. El autor argumenta que la ideología no solo consiste en ideas abstractas o creencias, sino que también opera de manera activa sobre los individuos, moldeando su identidad…
Subrayaba en mi aportación en la primera fase del debate que la afirmación de Althusser «La ideología interpela al…

Subrayaba en mi aportación en la primera fase del debate que la afirmación de Althusser «La ideología interpela al individuo como sujeto» (Althusser, 1998: 28) se refiere a cómo la ideología, en sus diversas formas y manifestaciones, afecta la manera en que nos percibimos a nosotros mismos y nuestro lugar en la sociedad. El autor argumenta que la ideología no solo consiste en ideas abstractas o creencias, sino que también opera de manera activa sobre los individuos, moldeando su identidad y subjetividad. Desde ahí el concepto de interpelar: el proceso mediante el cual la ideología nos llama o nos convoca como sujetos dentro de un determinado sistema social. Esto implica que la ideología nos sitúa en un lugar específico dentro de la estructura social, asignándonos roles, identidades y relaciones con los demás. En otras palabras, la ideología nos habla y nos dice quiénes somos, qué debemos hacer y cómo debemos relacionarnos con el mundo que nos rodea.

Por lo tanto, según Althusser (1998), la ideología no solo influye en nuestras creencias y valores, sino que también nos constituye como sujetos dentro de una determinada formación social. Desde ahí el papel activo y poderoso que juega la ideología en la formación de la subjetividad humana y en la reproducción de las estructuras de poder existentes en la sociedad. El papel principal de toda ideología consiste entonces en borrar sutilezas y paradojas creando así una subversión de la realidad. El papel de la crítica, en cambio, consiste en hacer evidente este propósito y, al mismo tiempo, mostrar el punto de contradicción que lo convierte en irrealizable (Carbonell i Camós, 2013). El ejemplo puede ser la misma crítica que llevó a cabo Marx, hablando de la religión como perpetuación del estado de las cosas que la promesa religiosa de un más allá libre de la injusticia puede impulsar. Hay que superar pues el más allá, pero también establecer el orden en el más acá acabando con todas las situaciones que hacen del hombre un ser envilecido, esclavizado, etc. (Ortega Esquembre, 2021). La ideología, al final, es la relación imaginaria entre los individuos y sus condiciones reales de existencia; se trata de una representación falsa del mundo del que se sirve un pequeño grupo de los individuos para explotar el resto: lo que deja al sujeto sin ninguna otra libertad que la de aceptar libremente lo que lo sujeta: y es exactamente aquí donde encontramos la relación con la obra teatral de Luïsa Cunillé: Après moi le déluge.

Es muy interesante el diálogo entre el hombre congoleño (visiblemente de las afueras de Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo) y el europeo. El congoleño habla de su hijo muerto pretendiendo hacer que su amigo le echara de menos: “los que se han ido no se han ideo del todo mientras alguien se acuerda de ellos” (dicen en mi Congo). Echar de menos a alguien es tener un recuerdo de él; lo que implica que este no se ha ido del todo: está presente. Lo mas interesante sin embargo, es el imaginario que tiene de su hijo o, dicho de otra manera, las cosas que piensa que habría hecho su hijo si estuviera vivo. Cuando otro padre habría imaginado o soñado a su hijo como un gran empresario, un importante jugador del fútbol, un medico relevante en su campo, etc., el hombre sueña a su hijo como un niño soldado que habría luchado en la parte este del Congo:

Entraban en cualquier lugar que les ordenaban y disparaban a todo el mundo que se pusiera delante, y a los que quedaban vivos les cortaban las manos, especialmente los soldados para que les tuvieran miedo. A algunos soldados incluso les arrancaban los ojos y el corazón, los cocinaban y luego se los comían (Cunillé, 2008: 222).

El padre ha llegado a crear un vinculo con sus condiciones de existencia (la guerra, la violencia, etc.) hasta el punto de considerarlas como una representación real del mundo: es el único mundo que conoce. Así es como trabaja la ideología: subvierte la realidad haciéndonos ver lo anormal como normal. El hombre congoleño no puede no percibirse a sí miso y su lugar en la sociedad sino a partir de la violencia, la guerra, etc. Su identidad y su subjetividad ya han sido moldeadas (ha asumido bien el role y la identidad que la ideología le ha asignado).

Referencia bibliográfica

Althusser, L. (1998). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Buenos Aires: Nueva Visión.

Carbonell i Camós, N. (2013). Cultura i subjectivitat. Barcelona: Editorial UOC.

Ortega Esquembre, C. (2021). Habermas ante el siglo XXI. La proyección de la teoría de la acción comunicativa. Madrid : Tecnos.

Cunillé, L. (2008). Après moi, le déluge. Barcelona : Edicions 62. [Fragmento : versión castellana]

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