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Ideología-Subjetividad, Sujeción-Subversión

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Subrayaba en mi aportación en la primera fase del debate que la afirmación de Althusser «La ideología interpela al individuo como sujeto» (Althusser, 1998: 28) se refiere a cómo la ideología, en sus diversas formas y manifestaciones, afecta la manera en que nos percibimos a nosotros mismos y nuestro lugar en la sociedad. El autor argumenta que la ideología no solo consiste en ideas abstractas o creencias, sino que también opera de manera activa sobre los individuos, moldeando su identidad…
Subrayaba en mi aportación en la primera fase del debate que la afirmación de Althusser «La ideología interpela al…

Subrayaba en mi aportación en la primera fase del debate que la afirmación de Althusser «La ideología interpela al individuo como sujeto» (Althusser, 1998: 28) se refiere a cómo la ideología, en sus diversas formas y manifestaciones, afecta la manera en que nos percibimos a nosotros mismos y nuestro lugar en la sociedad. El autor argumenta que la ideología no solo consiste en ideas abstractas o creencias, sino que también opera de manera activa sobre los individuos, moldeando su identidad y subjetividad. Desde ahí el concepto de interpelar: el proceso mediante el cual la ideología nos llama o nos convoca como sujetos dentro de un determinado sistema social. Esto implica que la ideología nos sitúa en un lugar específico dentro de la estructura social, asignándonos roles, identidades y relaciones con los demás. En otras palabras, la ideología nos habla y nos dice quiénes somos, qué debemos hacer y cómo debemos relacionarnos con el mundo que nos rodea.

Por lo tanto, según Althusser (1998), la ideología no solo influye en nuestras creencias y valores, sino que también nos constituye como sujetos dentro de una determinada formación social. Desde ahí el papel activo y poderoso que juega la ideología en la formación de la subjetividad humana y en la reproducción de las estructuras de poder existentes en la sociedad. El papel principal de toda ideología consiste entonces en borrar sutilezas y paradojas creando así una subversión de la realidad. El papel de la crítica, en cambio, consiste en hacer evidente este propósito y, al mismo tiempo, mostrar el punto de contradicción que lo convierte en irrealizable (Carbonell i Camós, 2013). El ejemplo puede ser la misma crítica que llevó a cabo Marx, hablando de la religión como perpetuación del estado de las cosas que la promesa religiosa de un más allá libre de la injusticia puede impulsar. Hay que superar pues el más allá, pero también establecer el orden en el más acá acabando con todas las situaciones que hacen del hombre un ser envilecido, esclavizado, etc. (Ortega Esquembre, 2021). La ideología, al final, es la relación imaginaria entre los individuos y sus condiciones reales de existencia; se trata de una representación falsa del mundo del que se sirve un pequeño grupo de los individuos para explotar el resto: lo que deja al sujeto sin ninguna otra libertad que la de aceptar libremente lo que lo sujeta: y es exactamente aquí donde encontramos la relación con la obra teatral de Luïsa Cunillé: Après moi le déluge.

Es muy interesante el diálogo entre el hombre congoleño (visiblemente de las afueras de Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo) y el europeo. El congoleño habla de su hijo muerto pretendiendo hacer que su amigo le echara de menos: “los que se han ido no se han ideo del todo mientras alguien se acuerda de ellos” (dicen en mi Congo). Echar de menos a alguien es tener un recuerdo de él; lo que implica que este no se ha ido del todo: está presente. Lo mas interesante sin embargo, es el imaginario que tiene de su hijo o, dicho de otra manera, las cosas que piensa que habría hecho su hijo si estuviera vivo. Cuando otro padre habría imaginado o soñado a su hijo como un gran empresario, un importante jugador del fútbol, un medico relevante en su campo, etc., el hombre sueña a su hijo como un niño soldado que habría luchado en la parte este del Congo:

Entraban en cualquier lugar que les ordenaban y disparaban a todo el mundo que se pusiera delante, y a los que quedaban vivos les cortaban las manos, especialmente los soldados para que les tuvieran miedo. A algunos soldados incluso les arrancaban los ojos y el corazón, los cocinaban y luego se los comían (Cunillé, 2008: 222).

El padre ha llegado a crear un vinculo con sus condiciones de existencia (la guerra, la violencia, etc.) hasta el punto de considerarlas como una representación real del mundo: es el único mundo que conoce. Así es como trabaja la ideología: subvierte la realidad haciéndonos ver lo anormal como normal. El hombre congoleño no puede no percibirse a sí miso y su lugar en la sociedad sino a partir de la violencia, la guerra, etc. Su identidad y su subjetividad ya han sido moldeadas (ha asumido bien el role y la identidad que la ideología le ha asignado).

Referencia bibliográfica

Althusser, L. (1998). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Buenos Aires: Nueva Visión.

Carbonell i Camós, N. (2013). Cultura i subjectivitat. Barcelona: Editorial UOC.

Ortega Esquembre, C. (2021). Habermas ante el siglo XXI. La proyección de la teoría de la acción comunicativa. Madrid : Tecnos.

Cunillé, L. (2008). Après moi, le déluge. Barcelona : Edicions 62. [Fragmento : versión castellana]

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¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión?

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¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión?

La obra teatral Après moi, le déluege (2008) de Lluïsa Cunillé representa una crítica social en la cual a través de los dos personajes protagónicos; una mujer manca africana, apodada bajo el nombre de “la intérprete”, y un hombre blanco de negocios que lleva tiempo sustentándose económicamente en el centro de Sudáfrica, quién posee un domicilio en la Ciudad del Cabo. En la trama ambientada en Kinshasa, la relación entre ideología y subjetividad se manifiesta a través de los diálogos…
La obra teatral Après moi, le déluege (2008) de Lluïsa Cunillé representa una crítica social en la cual a…

La obra teatral Après moi, le déluege (2008) de Lluïsa Cunillé representa una crítica social en la cual a través de los dos personajes protagónicos; una mujer manca africana, apodada bajo el nombre de “la intérprete”, y un hombre blanco de negocios que lleva tiempo sustentándose económicamente en el centro de Sudáfrica, quién posee un domicilio en la Ciudad del Cabo.

En la trama ambientada en Kinshasa, la relación entre ideología y subjetividad se manifiesta a través de los diálogos entre estos dos personajes, los cuales representan visiones opuestas sobre la realidad que los rodea, reflejando así la diversidad de perspectivas ideológicas presentes en la sociedad.

El hombre de negocios, inmerso en el mundo del comercio de recursos naturales y beneficiándose de la explotación de los mismos, encarna una ideología que prioriza el éxito individual y el lucro económico sobre cualquier consideración ética o social. Su subjetividad está moldeada por esta ideología capitalista, que le lleva a justificar y perpetuar las desigualdades y la explotación de los recursos del país.

Por otro lado, la mujer traductora actúa como un contrapunto a esta visión. A través de su papel como intermediaria, ella representa una voz de conciencia que cuestiona las acciones del hombre y denuncia la miseria y la injusticia que rodea su entorno. Su subjetividad está influenciada por una ideología más humanista y solidaria, que busca la justicia y la equidad social. Incluso debido a ello ella reconoce y recomienda al hombre que se vaya, que allí “no hay ningún futuro. Es un país de ladrones, y los de fuera son peores, además de ladrones son asesinos.” (p.230) Con ese dialogo también vemos como su visión de los otros de los que aborda s¡ Said también la contemplan incluso los propios Orientales que para nosotros simbolizan un solo grupo, ellos también tienen sus Otros.

La tensión entre sujeción y subversión se evidencia en el conflicto entre estos dos personajes. Mientras el hombre de negocios representa la sujeción a la ideología dominante y al sistema económico imperante, la mujer traductora encarna la subversión de estas estructuras de poder al cuestionarlas y confrontarlas. Por ejemplo, podemos ver esa confrontación cuando ella le cuestiona el qué el hombre tenga miedo a la muerte. De esta manera, su interacción en la obra teatral refleja el constante choque entre aquellos que aceptan y perpetúan las normas establecidas y aquellos que buscan desafiarlas y cambiarlas.

En resumen, esta obra teatral explora de manera provocativa la relación entre ideología y subjetividad, así como la tensión entre sujeción y subversión, a través de los diálogos y conflictos entre sus protagonistas. En un contexto marcado por la corrupción política y la explotación económica, los personajes representan distintas visiones del mundo y del papel del individuo en la sociedad, ofreciendo al espectador una reflexión profunda sobre las complejidades de la realidad africana y global.

Said, alineado en la idea con otros autores como  expresa la manera en que Occidente ha construido una representación simplista organizada que divide al mundo en una dicotomía simple basada en la concepción de la diferencia. Esta imagen manipuladora del «Oriente» es fundamental porque desentraña las complejas redes de poder y control que subyacen en las relaciones internacionales y culturales.

La obra de Said proporciona un marco teórico relevante para analizar la dinámica ideológica y la construcción de representaciones en la obra teatral ambientada en Kinshasa. Al igual que en la obra de teatro, donde se enfrentan visiones opuestas sobre la realidad africana, Said destaca cómo Occidente ha construido una representación simplista del «Oriente» que perpetúa la dicotomía entre Occidente y el resto del mundo.

La idea de Said, compartida por otros autores como Stuart Hall, de que la cultura europea ha ejercido dominio sobre los «Otros» no solo políticamente, sino también en ámbitos como la sociología, la ciencia y la imaginación, encuentra resonancia en la forma en que el hombre de negocios en la obra teatral representa esta hegemonía. Él encarna la mentalidad occidental de explotación de recursos naturales y beneficio propio, reflejando la manipulación y dirección de «Oriente» desde múltiples perspectivas. En sus palabras: «“la cultura europea ha sido capaz de manipular e incluso dirigir Oriente desde un punto de vista político, sociológico, militar, ideológico, científico e imaginario a partir del período posterior a la Ilustración.” (Said, 1990, P.21).

Al subrayar cómo estas representaciones son utilizadas para justificar la explotación y la dominación, Said nos invita a reflexionar sobre la responsabilidad ética y la necesidad de una comprensión más equitativa y pluralista del mundo. De manera similar, la interacción entre los protagonistas en la obra teatral invita al espectador a cuestionar las narrativas hegemónicas y a considerar las consecuencias éticas de sus acciones y percepciones.

En conjunto, la obra de Said y la obra teatral exploran las complejas redes de poder y control que subyacen en las relaciones internacionales y culturales, desafiando las representaciones simplistas y unilaterales del mundo y abogando por una visión más inclusiva y justa de la realidad global.

 

Cunillé, L. (13 de diciembre de 2007). Après moi, le déluge. (V. Peña, & A. Benito, Intérpretes) Teatro Lliure, Barcelona.

Said, E. W. (2003). Introducción. En E. W. Said, Orientalismo (págs. 19-54). Barcelona: Debolsillo.

 

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El sol de los oprimidos

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El sol de los oprimidos

Resulta muy interesante que a partir de un diálogo entre un hombre y una mujer se pueda representar el orden social imperante y que permita responder a la pregunta por la relación entre ideología y subjetividad, así como la tensión entre sujeción y subversión. Es lo que ocurre con Después de mí, el diluvio de Lluïsa Cunillé. HOMBRE- ¿Y por qué se ha quedado a vivir aquí? INTÉRPRETE- Por el sol. HOMBRE- ¿Por el sol? INTÉRPRETE- Me encanta el sol.…
Resulta muy interesante que a partir de un diálogo entre un hombre y una mujer se pueda representar el…

Resulta muy interesante que a partir de un diálogo entre un hombre y una mujer se pueda representar el orden social imperante y que permita responder a la pregunta por la relación entre ideología y subjetividad, así como la tensión entre sujeción y subversión. Es lo que ocurre con Después de mí, el diluvio de Lluïsa Cunillé.

HOMBRE- ¿Y por qué se ha quedado a vivir aquí?
INTÉRPRETE- Por el sol.
HOMBRE- ¿Por el sol?
INTÉRPRETE- Me encanta el sol. Es el único amigo fiel que tengo en el mundo.

El sol que cubre a todos es el sol que, de maneras distintas, por sus condiciones sociales, despunta en los dos personajes: un hombre, una intérprete. Así se designan y ya comienzan a lanzar sus signos. Se habla de un hombre de negocios, frente a una mujer que se muestra como intérprete de alguien que no vemos, que debe plegarse al idioma del hombre, pues es su trabajo, pese a que está en su propio país.

La mujer, y tampoco es casual que sea mujer, es una intérprete, habla por alguien de quien su subjetividad resulta mediada. El hombre que es hombre, en tanto los negocios que lleva, trabaja en una empresa sudafricana que explota coltán, el oro negro de nuestros tiempos. Es el hombre respetable, triunfante, el patrón.

Por su parte, la mujer intérprete, que también ha sido cantante, actriz, lleva una historia al hombre casi en tono de súplica. Pide llevarse a su país al hijo del hombre de quien es intérprete, pues las condiciones de vida en el lugar de los negocios son precarias, por no decir imposibles para cualquiera que quiera tener unas condiciones mínimas de vida digna y que obligan a anhelar el país de sueño del hombre de negocios. En los dos personajes vemos claramente reflejadas las fauces del colonialismo, las del sujeto oprimido que exalta la riqueza del explotador.

Por un lado, el hombre representa la figura de la supremacía política y económica. Por otro, la Intérprete, la opresión y la pobreza. Pero antes de esto, y como primer bastión colonial, la incapacidad de ver, reconocer y respetar la otra cultura. Esto es, la dificultad de ver al otro, más allá de ser la fuente que se debe arrasar y absorber para así dominar y hacer de él un fortín seguro. Tal como lo expone Said en su teoría sobre el Orientalismo construido por Occidente para comprender, controlar y manipular.

En función de la reproducción de las relaciones de producción, la sociedad se condiciona como el lugar donde el sujeto encuentra un sistema que le instaura las coordenadas de su supervivencia social, aun cuando estas apunten a las de explotación, nos expone Althusser en Ideología y aparatos ideológicos del Estado.

Esto hace el país dominante sobre el dominado. Su función colonizadora permea toda la estructura ideológica del Estado colonizado, irrumpe en su idioma para instaurar el suyo, condiciona las formas de educación a su beneficio, despliega un sistema de creencias tal que hace posible que la gran máquina productora se mantenga a flote y en movimiento y sostenga la fuente de sus intereses y las políticas de sumisión, sin importar lo que se lleve a su paso.

La ideología, además, configura un tipo de sujeto necesario al orden establecido que, a diferencia de la represión, que limita y constriñe, o se presenta de modo violento, por el contrario, alimenta y favorece las condiciones de producción de modo permanente. La explotación del coltán se configura en el centro de poder y de la riqueza en la obra de Cunillé, no para el territorio dueño de él sino de quien se apodera del mismo y mantiene en la pobreza y la opresión al explotado y dueño real del mineral sagrado. Así perpetúa su riqueza y su poder.

La mujer habla al hombre de negocios de un hombre sin brazo que quiere entregar a su hijo al exitoso hombre de negocios. Cuenta las dificultades de vivir allí desde el nacimiento, de las pocas posibilidades de salir de la pobreza y de todos los estragos que tiene este hecho en la falta de oportunidades, de trabajo, en el reclutamiento forzado de los jóvenes sin opción, en alimentar la guerra de otros con sus propias vidas, en la cercanía de la muerte pese a la riqueza y a la vida de sus gentes y de su territorio.

Se dice del hombre de negocios que está enfermo. El hombre habla de dinero, mujeres y enfermedades. Sí, es un hombre mundo enfermo, que sin embargo habla de amor y de almas. Mientras la mujer interpreta las vidas en una historia particular, donde se entrega al hombre de negocios para lo que éste a bien tenga para el joven hijo: ser futbolista, guardaespaldas, secretario, esclavo. Esa historia que es la del hijo muerto con una vida reconstruida por el anhelo.

Después de mí el diluvio es después de mí no importa nada, ni acabar con los pueblos sometidos, ni acabar con los recursos naturales, el dejo del yo capitalista, vanidoso y pendenciero. Los otros no importan sino en la medida de los reductos que saco de ellos para el presente capital. Todo se vende todo se compra, el tráfico de lo humano y la ideología arma el sujeto necesario.

Toda acción está condicionada por la ideología, a la vez que la ideología solo recae en el sujeto. No existe la una sin la otra. Lo que conlleva a decir que el hombre es un animal ideológico y que la ideología interpela al hombre única y exclusivamente como sujeto. El hombre de negocios expone la mentira necesaria para los negocios; la mujer intérprete de la verdad del padre y el hijo. Los dos se necesitan en la lógica del amo y el esclavo y no es un chiste.

 

Bubliografía

 -Althusser, L. (1974). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. (A. J. Pla, Trad.) Buenos Aires: Letra e.

-Cunillé, Lluïsa. Después de mí, el diluvio.

-Edward W. Said, «Introducción», Orientalismo. Barcelona: Debolsillo, 2003. pp. 19-54.

 

 

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